La figura de la ciencia más simbólica es Albert Einstein. Lo encontramos en dibujos animados, películas, camisetas. Él es el arquetipo de los científicos bondadosos: distraído, desalineado, muy metido en su trabajo, desapartado del mundo y sus trivialidades. Sin embargo, la imagen es un cliche, es una caricatura que se aleja mucho de la personalidad y vida real de Einstein y los todos los que nos dedicamos a la ciencia.
Albert y todos los demás científicos tenemos familias, trabajamos esperando un sueldo digno, nos gusta el reconocimiento, nos reímos cuando vemos caricaturas, cuando vemos dramas nos conmovemos, nos enojamos cuando sabemos de las fechorías un político.
Sin embargo, no estamos íntimamente comprenetados en nuestra sociedad. Por ello en una fiesta cuando nos preguntan por nuestra profesión y decimos orgullosamente: “Soy científico, soy físico”. La gente abre los ojos, se le pasa el trago de la bebida y te dice: “Debes de ser muy inteligente”, después te comenta que tiene un hijo, sobrino o nieto que es malo para las matemáticas y la física. Desconocen que los físicos somos más que profesores, como científicos somos parte importante de la vida cotidiana de nuestra comunidad. Pocos saben que podemos dejar la ciencia y vivir fuera de las aulas.
Vivimos en una sociedad donde los cliches son muy poderos. Los científicos debemos convivir profundamente con nuestros semejantes para eliminar esas malas interpretaciones. Después de todo, la carrera de científico la ejercen los humanos. Afortunadamente, no nos podemos apartar de ese maravilloso estado.
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